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Reseña de "La isla de la mujer dormida", de Arturo Pérez-Reverte

Si La isla de la mujer dormida fuera un barco, sería uno de esos que zarpan con fanfarria y terminan encallando a los pocos metros. Arturo Pérez-Reverte nos entrega una novela que promete mares de aventuras, pasión y espionaje, pero lo único que logra es dejarnos mareados de tanto lugar común y personajes tan planos como una balsa de goma.

La editorial Alfaguara publica en España "La isla de la mujer dormida", en edición en tapa dura, de 416 páginas, por 21,75€. También está disponible para descargar para Kindle, por 12,34€.​

Un triángulo amoroso más aburrido que un cabo suelto

La trama gira en torno a Miguel Jordán Kyriazis, un marino mercante que más que un héroe parece un cliché con patas. Es el típico protagonista revertiano, un hombre solitario, noble y atormentado, pero tan predecible que hasta el viento en alta mar podría anticipar sus decisiones. Miguel se ve envuelto en un triángulo amoroso con el barón Katelios, un personaje tan carismático como una boya oxidada, y su esposa, que intenta ser una femme fatale pero termina pareciendo más bien una mujer fatalmente aburrida.

El romance entre Miguel y la esposa del barón se desarrolla tan rápido y de manera tan forzada que uno podría pensar que estaban compitiendo en los 100 metros libres del mar Egeo. La química entre ellos tiene menos chispa que un encendedor mojado, y las escenas de pasión no consiguen encender ni una cerilla.

El mar Egeo: de protagonista a postal turística

Arturo Pérez-Reverte es conocido por su amor por el mar, y aquí lo convierte en un protagonista más. Pero el problema es que ese mar tan omnipresente no es más que un decorado vacío, una excusa para rellenar páginas con descripciones de atardeceres y tormentas que parecen sacadas de una guía de Lonely Planet. Sí, el Egeo es bonito, pero después de la enésima metáfora sobre las olas y los cielos de plomo, uno empieza a preguntarse si el autor se quedó sin historia y decidió estirar el texto con poesía marina de segunda.

Acción… ¿o tutorial de maniobras náuticas?

Las escenas de acción, centradas en los ataques de la torpedera, tienen el ritmo frenado por una obsesión casi maniática por detallar cada orden que se da a bordo. Es como si Arturo Pérez-Reverte quisiera enseñarnos a pilotar un barco en lugar de contarnos una historia emocionante. En lugar de sentir la tensión de una misión suicida, acabamos leyendo listas interminables de maniobras que convierten lo que debería ser adrenalina en puro tedio.

Es cierto que Pérez-Reverte sabe ambientar una novela, y La isla de la mujer dormida no es la excepción. Las descripciones del Egeo, Estambul y la pequeña isla donde transcurre gran parte de la historia están bien logradas. Pero, como dice el dicho, el paisaje no hace al marinero. Una buena ambientación no basta para rescatar una trama sin rumbo ni personajes incapaces de mantener el interés del lector.

El principal problema de La isla de la mujer dormida es que parece un refrito de las novelas anteriores de Arturo Pérez-Reverte, pero sin la frescura ni la chispa que caracterizan a sus mejores obras. El autor se limita a tirar de su manual de personajes solitarios y paisajes exóticos, pero no consigue darles la profundidad o el magnetismo necesarios para que funcionen. Es como si Pérez-Reverte hubiera estado navegando con el piloto automático, confiando en su fama para mantener el barco a flote.

Conclusión: Una novela que se queda dormida

La isla de la mujer dormida promete una aventura épica de amor, guerra y marinería, pero lo que entrega es una historia aburrida, predecible y empantanada en su propio exceso de solemnidad. Si esta novela fuera una isla, no sería un paraíso del Egeo, sino una roca desierta donde no pasa absolutamente nada.

Reverte, querido, a veces incluso los más veteranos necesitan un poco de viento fresco en las velas. Porque esta vez, más que una novela, nos has dado un naufragio literario.

Reseña de "El niño que perdió la guerra", de Julia Navarro: Una novela que te desarma (a ratos)

Julia Navarro regresa al campo de batalla literario con El niño que perdió la guerra, una novela que, más que perder la guerra, parece haber ganado unas cuantas peleas con su agilidad narrativa y su ambición histórica. Eso sí, como cualquier soldado, a veces pisa una mina: las obviedades.

La editorial Plaza & Janes publica en España "El niño que perdió la guerra", en edición en tapa dura, de 640 páginas, por 23,65€. También está disponible para descargar en versión para descargar para Kindle, por 12,34€.​

Una trama con más frentes abiertos que la Segunda Guerra Mundial

Navarro nos lleva de las trincheras de la Guerra Civil Española a los gélidos páramos del Gulag soviético, pasando por los despachos de Stalin y las caricaturas republicanas. Todo esto mientras seguimos las desventuras de Pablo, un niño cuya vida es un cruce constante de fronteras, destinos y dictadores con muy mala leche.

La novela comienza con un guiño elegante a Anna Ajmátova, cuya poesía abre la puerta a la historia de Anya, una madre adoptiva que pasa más penalidades que un republicano en un campo de trabajo. Con ella y su esposo, el comandante Borís Petrov, el pequeño Pablo se embarca en una odisea existencial que plantea la gran pregunta: ¿Quién soy? ¿Un huérfano español? ¿Un soviético accidental? ¿Un personaje que Navarro usa para ilustrar la crueldad de dos dictaduras? ¡Quién sabe! Pero lo que está claro es que Pablo no es un niño, sino un símbolo con patas.

Libertad, tiranía y una pizca de drama de sobremesa

El gran tema de la novela es la libertad, pero desde su antítesis: cárceles, Gulags y dictaduras que no te dejan ni respirar sin pedir permiso. A través de las más de seiscientas páginas, Navarro teje historias que, aunque interesantes, a veces parecen querer golpearte en la cabeza con su mensaje. Porque sí, ya entendimos que Stalin era malo y Franco también; no hacía falta subrayarlo con fosforito en cada capítulo.

Eso no quita que la autora maneje el drama humano con maestría. Desde las diferencias maritales entre Clotilde y su esposo, hasta los dilemas éticos de Anya, Navarro sabe cómo mantenerte leyendo, aunque a veces te dé la sensación de estar en una clase de historia donde el profesor no quiere dejar nada fuera del temario.

¿Obviedades o subrayados? La eterna guerra del lector

El defecto principal de El niño que perdió la guerra es su tendencia a explicarlo todo como si el lector se hubiese dormido en las primeras páginas. Las reflexiones que deberían ser sutiles se convierten, en ocasiones, en pancartas que gritan: "Mira qué importante es este tema". A esto se suman algunas escenas en las que los personajes parecen más interesados en exponer el contexto histórico que en tener conversaciones naturales.

Eso sí, no se puede negar que Navarro hace sus deberes. La novela está tan bien documentada que podrías usarla como manual de referencia para escribir un ensayo sobre el siglo XX. Pero, como suele pasar en este tipo de novelas históricas, el equilibrio entre contar una historia y dar una clase magistral a veces se inclina hacia lo segundo.

¿Vale la pena?

Claro que sí, aunque con matices. El niño que perdió la guerra es como una ópera trágica: a veces exagera, pero siempre emociona. Las subtramas, los personajes complejos y el impresionante contexto histórico hacen que la novela merezca la pena, aunque te encuentres releyendo ciertos pasajes con una ceja levantada, pensando: "Esto ya me lo habían contado, ¿no?"

Así que, si te gustan los dramas históricos con algo de "intensidad pedagógica", esta novela será tu campo de juego. Y si no, al menos aprenderás algo de historia mientras acompañas a Pablo en su búsqueda de identidad, entre dictadores bigotudos y tragedias familiares. Porque al final, El niño que perdió la guerra no es solo una novela; es un recordatorio de que la libertad, aunque a veces te la expliquen demasiado, siempre vale la pena luchar por ella.

Reseña de "Las que no duermen", de Dolores Redondo

"Una antigua leyenda del País Vasco afirma que las grutas más profundas de la Tierra están habitadas por infernales toros rojos, diabólicos guardianes que custodian con su fiereza los tesoros que esta alberga, los secretos allí sepultados y el acceso al inframundo".

Dolores Redondo, la aclamada autora de la Trilogía del Baztán, vuelve a sus raíces literarias con Las que no duermen. Esta novela es la segunda entrega de la tetralogía Los Valles Tranquilos que comenzó con Esperando al diluvio. Redondo, conocida por su habilidad para mezclar misterio, folclore y narrativa negra, nos lleva nuevamente a Navarra, explorando los secretos de la sima de Legarrea y su conexión con leyendas de brujería y crímenes del pasado.

La editorial Destino publica en España "Las que no duermen", en edición en tapa dura, de 608 páginas, por 22,70€. También está disponible en tapa blanda, a la venta por 13,51€, y en versión para descargar, para Kindle, por 12,34€.

El argumento de "Las que no duermen"

En marzo de 2020, en pleno inicio de la pandemia, la psicóloga forense Nash Elizondo viaja a los Valles Tranquilos para documentarse acerca de una leyenda sobre brujería en la sima de Legarrea. Sin embargo, lo que encuentra allí no es mito, sino el cadáver de Andrea Dancur, una joven desaparecida tres años atrás en un caso que conmocionó al país. 

La investigación, reabierta por las nuevas evidencias, oscila entre ciencia y superstición, adentrándose en los misterios de la psicología y las raíces ancestrales de la región. Nash se enfrenta no solo a un caso criminal, sino también a una batalla por el legado de mujeres que no se rinden, ni siquiera frente a la crueldad.

Valoración crítica de "Las que no duermen"
Como cabía esperar, Dolores Redondo consigue nuevamente capturar al lector con su estilo envolvente, que combina misterio y elementos míticos del norte de España. La novela desarrolla bastante bien la profundidad psicológica de sus personajes y construye con maestría una atmósfera inquietante. Se puede pasar por algo que resulte predecible en ciertos puntos, con giros que no sorprenden tanto como en sus obras previas​

Además, el uso de la pandemia como telón de fondo aporta un matiz interesante y oportuno, pero esta elección puede distraer del desarrollo central del misterio. En cualquier caso, la mezcla de folclore navarro con la rigurosidad científica, característica del "mystic noir" que Redondo cultiva, es un punto fuerte. Y deja con ganas de leer las dos siguientes novelas de la serie.​

Conclusión
Las que no duermen es una obra que consolida el estilo característico de Dolores Redondo. Si bien no alcanza la frescura de la Trilogía del Baztán, ofrece una lectura absorbente, especialmente para quienes disfrutan del suspense con toques mitológicos. Un libro recomendado para quienes ya son seguidores de su universo literario o desean descubrirlo a través de esta entrega.

Reseña de "Pesadilla en la catedral", de J.L. Sánchez

"De repente siente frío extremo en sus pezones, que se le quedan rígidos. Después se le congelan los testículos. Se queda más tranquilo cuando imagina que la dómina tiene entre manos un cubo de hielo, y se lo está frotando por todo el cuerpo. En realidad, no duele, pero le ha provocado un enorme desconcierto. Pronto, le vuelve a poner a prueba, haciéndole sentir el otro extremo, el calor. Está probando un líquido a temperatura más alta que el ambiente, aunque no llega a quemar, parece estar templado, y se extiende desde su pecho hasta el abdomen. No para de echarle más y más, hasta que los muslos quedan bañados por completo, y todo su cuerpo se llena poco a poco de este fluido".

J.L. Sánchez triunfó con "La ley de la fusta", una de las novelas más originales de los últimos años. Dejaba con ganas de seguir sus siguientes trabajos. Por suerte, no se ha hecho de rogar, pues ha tardado un año en lanzar su siguiente novedad, que también mezcla géneros, al tener partes de thriller, muchos elementos de comedia y erotismo, aunque quizás se trate de un trabajo más oscuro, que por fragmentos se adentra en el terreno del terror.

"No me gustaría encasillarme", explica. "Muchos escritores se han estancado, así que se ven obligados a repetir el mismo libro una y otra vez. Algunos de ellos me gustan, pero pienso que debe resultar triste para ellos estar condenados a repetir una fórmula para siempre, porque en caso contrario el público no les acepta. Intento impedir que me suceda lo mismo". Sí que rescata al personaje central de su ópera prima, Laura Lacombe, pese a tratarse de un trabajo independiente y autoconclusivo. "El volumen triunfó por la protagonista, conforme a los comentarios que he recibido, y a las críticas. No sólo daba más de sí, sino que me había quedado con las ganas de hacerla evolucionar. Así que me pareció oportuno retomarla". 
 
Alfaguarra publica en España "Pesadilla en la catedral", una novela sado-maso, en edición en tapa dura, de 320 páginas, por 21€. También está disponible en tapa blanda, a la venta por 18,62€, y en versión para descargar, para Kindle, por 9,99€.  

Sinopsis de "Pesadilla en la catedral", dómina a la fuga
 
Obligada a exiliarse de Madrid por una trifulca con el poderoso abogado Rábano Stein, su antiguo jefe, Laura Lacombe se refugia en una ostentosa mansión que pertenece a su progenitor. Al disponer de mucho tiempo libre, a veces da rienda suelta a su peculiar modo de entender el erotismo, pero también ha puesto en marcha una web para asistir a las víctimas de abusos machistas de cualquier edad, en la medida de sus posibilidades. Pronto comienza a recurrir a la acción directa.

Cuando Laura Lacombe le promete ayuda a una prostituta rumana, víctima de una red de trata de blancas, no se imagina el lío en el que se ha metido, sobre todo porque un poderoso político conservador está detrás de la organización que la tiene cautiva, que por las primeras investigaciones se dedica a poner en marcha antiguos rituales, con finalidades siniestras. Contará con la ayuda de su antiguo sumiso Borja Bonilla, que también puede suponer un problema, pues se ha enamorado de Laura, que jamás creerá en el amor romántico.

Crítica de "Pesadilla en la catedral", novela sado-maso BDSM que homenajea el terror de H.P. Lovecraft

Supera con creces a su trabajo anterior. Pese a que despuntaba por su espontaneidad, se nota que Sánchez ha madurado y ha adquirido oficio, pues sin renunciar a sus señas de identidad entrega una novela más redonda. La trama está mejor hilada, y el libro está lleno de escenas atractivas, que aprovechan localizaciones emblemáticas de Barcelona. Tiene un target muy amplio, pero sobre todo apasionará a los aficionados a la novela sado-maso BDSM, y a quienes tengan curiosidad en esta materia.

Supone un homenaje sentido al maestro del terror H.P. Lovecraft, cuyos lectores reconocerán elementos de sus trabajos, como criaturas ancestrales con gran poder, o el tema de fondo del sinsentido de la existencia humana, y el nihilismo. Aunque se nota la devoción que siente Sánchez por este escritor estadounidense, esto no significa que como otros de sus devotos copie su estilo, o alguna de sus tramas, pues rebosa personalidad propia.

Al tratarse de una creación fascinante, Laura Lacombe sobresale por encima del resto de personajes. Esta vez las circunstancias le harán estar a punto de abandonar su pose de dómina, y se intuye su enorme humanidad, sin que eso signifique que renuncie a sus principios. No decepciona Borja Bonilla, que descubrirá hasta dónde puede llegar por estar junto a su ama. La rumana Verushka está tan bien trazada que permite pensar el daño que hace la prostitución. Quizás la novela no tendría tanta fuerza sin su atractivo plantel de villanos, recién llegados, como el político sin escrúpulos Domènech, y su hermano gemelo, que se hace llamar "Bad", cual disco de Michael Jackson. Como cabe esperar reaparece el magnético Rábano Stein, aunque el lector se queda con las ganas de que se aproveche más su potencial.