"Es ley de vida, como se dice. Unos se van y otros
vienen, unos desaparecen y otros los sustituimos y así será mientras haya
mundo".
Julio Llamazares había rememorado la desaparición de la vida
rural en títulos como "La lluvia amarilla", posiblemente su mejor
obra. Ahora regresa a ese territorio en la igualmente lírica y nostálgica
"Distintas formas de vivir el agua".
En esta ocasión, el leonés se arriesga buceando en zonas
conflictivas de su propia memoria, pues reconstruye las heridas producidas en
una familia rural tras ser desalojados de su pueblo para construir un pantano,
exactamente lo mismo que le ocurrió a los suyos, cuando desapareció, Vegamien,
el lugar donde nació.
"Distintas formas de vivir el agua" ha sido
editada por Alfaguara, en edición en tapa blanda, de 190 páginas, que sale a la
venta al precio de 16,62 €. También está disponible en edición digital por 9,49€
Sinopsis de "Distintas formas de mirar el agua", cambio generacional
La novela está compuesta por los testimonios en primera
persona de los miembros de cuatro generaciones de una familia, reunidos tras la
muerte de Domingo, el abuelo. Éste expresó su voluntad de que sus cenizas se
esparcieran en el lugar donde nació, Ferreras, un pueblo ahora anegado por las
aguas, al que decidió no volver nunca en vida, cuando fue expropiado y se vio
obligado a abandonar todas sus pertenencias.
Repasa las reflexiones de los miembros del clan empezando
por Virginia, la viuda, de mentalidad muy cercana al fallecido, con quien pasó
toda su vida, y que como él ha vivido obsesionada por la traumática
experiencia. Posteriormente se ofrecen los puntos de vista de Teresa, su hija
mayor, José Antonio, Virginia hija y Agustín. También aparecen los nietos y
algunas parejas, así como una persona que no pertenece a la familia en el breve
epílogo.
Crítica de "Distintas formas de mirar el agua", el
desarraigo
Como las mejores obras del autor, se lee con un nudo en la
garganta, desde la primera línea hasta la última, independientemente de que se
conozca o no la realidad que Julio Llamazares cuenta en sus páginas. Ha elegido
el leonés muy bien el título, "Distintas formas de mirar el agua",
que resume a la perfección lo que se extrae del volumen, la certeza de que
cualquier realidad, por muy impactante que sea, cambia por completo en función
de la experiencia de quien la percibe. También que los miembros de una familia
parecen marcados a lo largo del tiempo por lo que les ha ocurrido a sus
ancestros, por mucho que cambien los tiempos. No pillará de nuevas al lector la
constatación de la transformación radical de la forma de vida de las personas,
en el caso español, pero sí que da vértigo en palabras de este autor, pues muy
poco separa a las nuevas generaciones de un mundo completamente distinto que ha desaparecido por completo.
No estamos ante un libro con muchas sorpresas, lo que queda
claro desde el primer momento, pero aún así el lector se quedará deseoso de completar
la lectura para saber más, de la historia de la familia protagonista, pero
sobre todo de Domingo, un personaje absolutamente memorable, labrador
consagrado al trabajo, y obsesionado por sacar adelante a los suyos, que quizás
pertenezca a otra época, pero que se llega a entender a la perfección. El
desarraigo, la infancia como el territorio que marca la existencia de cada persona
y las luces y sombras del progreso están muy presentes en este libro
aparentemente simple y sencillo, también en el lenguaje, pero que produce que
el lector le dé bastantes vueltas a la cabeza. Pocos escritores consiguen tanta
profundidad con tan aparente economía de medios.